lunes, 13 de agosto de 2012

La metamorfosis del trabajo I

Título: "La metamorfosis del trabajo. Búsqueda del sentido. Crítica de la razón económica"
Autor: André Gorz
Edición: 1995, Madrid: editorial Sistema.
Público al que puede interesarle: activistas políticos y sindicales, personas expertas o interesadas en Economía y Sociología. 

Tesis del libro:
Los supuestos sobre los que se ha fundado la modernidad se encuentran en crisis. La racionalidad entendida exclusivamente como racionalidad económica, basada en el cálculo contable, está llevando a un distanciamiento y escisión entre la vida personal y la vida laboral y a un progresivo empobrecimiento de buena parte de la sociedad, cuya situación laboral es precaria e inestable o bien está desempleada. Por ello es necesario repensar la organización social y laboral desde distintos criterios y racionalidades, conduciéndonos hacia una sociedad de tiempo liberado, en la que se reparta el trabajo de manera que todos tengamos menos horas de trabajo, recibiendo una renta completa, y dispongamos de tiempo para realizar actividades autónomas y de trabajo para uno mismo y para los colectivos a los que pertenezcamos. 

Ideas secundarias del texto: 
La expansión del capitalismo se produce a partir del momento en que la racionalidad económica se impone y se separa de otros tipos de racionalidad, de otros fines e intereses. Lo racional se reduce a lo que resulta del cálculo contable y sólo se admiten las relaciones dinerarias. En el ámbito del trabajo, la organización científica propia del capitalismo se expresa en el esfuerzo de separar el trabajo (como categoría económica cuantificable) de la persona. Para que las personas tuviesen que trabajar más horas de lo que consideraban necesario, se hizo necesario imponer una cultura y una socialización en el consumo. Se trabaja no sólo para subsistir, sino para consumir una cantidad ilimitada de productos que proporciona el mercado y que son idealizados por el aparato publicitario. 

Si hacemos un recorrido histórico sobre el concepto del trabajo, vemos que este es un concepto de la modernidad y por tanto es un principio estructurador de la sociedad relativamente reciente. El trabajo ha sido el fundamento de la integración social desde los inicios del industrialismo. En esta época era el factor de socialización por excelencia y permitía acceder al consumo de los distintos productos y servicios. Sin embargo, los cambios de los últimos decenios están llevando a que el trabajo no sea la principal fuente productiva y ya no hay posibilidad de que toda la población activa ocupe puestos permanentes. El avance de la técnica y de la maquinaria permiten que se pueda automatizar una buena parte del trabajo que antes tenía que ser realizado por personas. Además, los sistemas de producción permiten que se produzcan bienes y servicios que podrían cubrir las necesidades de la población. Estos aspectos podrían llevar a unos avances en la igualdad social, en la distribución de bienes y riquezas y en la búsqueda del sentido de las actividades humanas pero, por el contrario, está realidad produce una mayor desigualdad y una pérdida de sentido de la vida laboral. 

La liberación de trabajo está haciendo que las clases trabajadoras se escindan en tres sectores. Un primer sector de élite, cubre puestos para los que se requiere mucha formación y que no son fácilmente sustituibles. Esta élite de trabajadores goza de grandes privilegios como salarios muy elevados y cierta movilidad profesional, aunque dedica muchas horas a su trabajo, por lo que no dispone apenas de tiempo libre. Su formación corre a cargo de las empresas en las que trabaja y se ve sometido a una necesidad continua de reciclaje de capacidades y conocimientos. Un segundo sector lo compone una mano de obra periférica, que está empleada de forma permanente en puestos sin cualificación de peso (es reemplazable) o que está ocupada de forma parcial y en situación precaria. El tercer sector lo compone una mano de obra externa a las empresas, que puede cubrir tanto labores cualificadas (gestión de equipos informáticos) como no cualificadas (por ejemplo, limpieza o seguridad). 

En este contexto, los distintos valores e ideas que componían la utopía del trabajo deben ser modificados. Esta utopía sostenía la importancia del esfuerzo, del dominio (en el sentido de apropiación técnica) de los medios de producción y el hecho de que el trabajo debería permitir el desarrollo de las capacidades individuales. La ideología del “recurso humano” ha asumido algunos de los principios de esta utopía y la empresa intenta instrumentalizar los factores que no tienen que ver con las aspiraciones económicas para convertirlos en elementos que fomenten la productividad y la competitividad. La empresa quiere dar la imagen de ser un lugar en el que sus trabajadores se pueden realizar personalmente. Según Gorz esto no es más que una creación ideológica que impide ver lo perjudicial de las transformaciones del trabajo: gran parte de las personas no pueden de hecho trabajar en actividades remuneradas y, aquellos que lo hacen, se ven forzados a una competitividad extrema y deben dirigirse hacia unos objetivos extraños para ellos mismos. Son actividades heterorreguladas. El capital decide el trabajo que se realiza y cómo se realiza.

¿Hacia que tipo de sociedad y de trabajo debemos aspirar en base a los cambios que estamos viviendo? Lo que Gorz propone es que la liberación de trabajo debe orientarse hacia un reparto del trabajo entre todos, de manera que todos trabajen menos horas y obtengan una renta completa por ello. Esta reducción podría hacerse progresivamente y llevaría al fomento de todas aquellas actividades que han sido abandonadas por no responder a la racionalidad económica o ser incluso opuesta a ella, pero que son también actividades necesarias y de gran importancia (por ejemplo, los cuidados, actividades culturales y sociales...).

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